sábado, 16 de febrero de 2013

Capítulo 56: Omar, 12 años.


Omar tenía 12 años, y un médico de una morgue del hospital Al Morina informaba a activistas que buscaban a un compañero de que un niño yacía con dos agujeros de bala. Los activistas difundieron la foto para localizar a su familia.

Se parece mucho a un niño que el pasado 6 de enero me sonreía mientras me apuraba una manzana por las calles del Cairo. Nos sonreímos y le dí una buena parte de un toblerone XXL que llevaba en mi mochila. Se alejó con el botín, mirándome sonriente pero con la sombra del resquemor del niño que vive en la calle y sabe que las intenciones de los occidentales no son siempre las mejores.

Omar vendía batatas por la plaza de Tahrir, para ayudar a su familia, tal como hizo su padre cuando él mismo tenía su edad. Llevar a casa 4 libras ayudaba y mucho a la familia. 4 Libras son menos de 50 céntimos de Euro, pero solucionan el día. El día que lo mataron fue entrevistado, mientras vendía las batatas a quien pudiera por las inmediaciones de Tahrir, a cualquiera que se las pagase, policía, ejército, manifestante o quien pasara por allí. En la entrevista le preguntaron que con qué soñaba. Omar respondió con su verdad:  "Yo no tengo derecho a soñar, señor".

No creo que fuese un energúmeno lanzando cóckteles Molotov. Era simplemente un niño luchando por alimentar a su familia, acudiendo a donde había gente porque sus posibilidades de agotar sus batatas, obtener beneficio y llevar dinero a casa eran superiores que en Zamalek, donde le mirarían como a un apestado.

Cuando un soldado le recriminó por su venta -quizá la batata no era la mejor de las que le pudo ofrecer- se enfrentó con él. Aunque se vió encañonado con sus 12 años y sin derecho a soñar, a lo que sí tenía derecho y lo usó fue a mantener su dignidad.

Omar es el espírtu de la Revolución, al que le han quitado el derecho a Soñar, el que debe sobrevivir dejando atrás el colegio, los juegos, el amor de su familia y arriesgando y perdiendo la vida no sólo por esas pocas libras que se ansían en su casa. Omar era sin saberlo, el vehículo que transporta la dignidad del Egipcio.

Hace dos años, esa dignidad era transportada por profesionales liberales, por estudiantes, por laicos y por gente con esperanza. Hace unos días esa dignidad estaba siendo transportada en un cesto con unas batatas de dudosa procedencia por Egipto, encarnado en Omar, de 12 años. Y le han reventado el pecho.

Hoy he sabido que uno de los fallecidos en el ataque israelí al convoy en Siria era un general Iraní, encargado de establecer Defensas en Damasco. Que Irán tienen elecciones en Junio y que con su caída en barrena de su economía (el ataque preferido de occidente) puede hacer cambiar muchas cosas, que la Hermandad Musulmana tiene escisiones graves y que la ebullición de la olla express de la zona está muy cerca de reventar cualquier válvula de seguridad, pero creo que Omar merece estas líneas, este recuerdo y este pésame. Ojalá (que viene del árabe y significa más o menos "Así lo quiera Dios") que hubieras sido tú el niño al que le di el toblerone y aunque no fuese un sueño, te hubiera dado cinco minutos en los que te hubieras sentido como un faraón. Como un faraón no, como el Faraón que eres, Omar.

Feliz Cumpleaños, Liza.



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